4 de diciembre de 2009

Épicos momentos de Sillmarem (Parte IV).








ÉPICOS MOMENTOS DE SILLMAREM (PARTE IV).



…Súbitamente, desde el bosque de coníferas, los guerreros Rebelis camuflados con sus mantos para la nieve, abrieron fuego con sus armas ligeras, multizumbadoras y antitanques sobre los blancos seleccionados previamente; interminables líneas rojizas cortaron el aire con sus característicos zumbidos; los tanques a suspensión que escudaban a las tropas de infantería imperiales, avanzaron hacia las posiciones Rebelis en línea, pero, inesperadamente, se detuvieron ante el intenso fuego que desbarató el despliegue de su infantería. 

Cuando sus levita-blindados giraron para reagruparse, su flanco izquierdo quedó expuesto a las certeras descargas de los cañones a suspensor autopropulsados de los Rebelis, que permanecían abrigados en el bosque. Asey no cesaba de enviar órdenes a sus oficiales de mando. 

Dos levita-trineos imperiales derramaron una lluvia de uniformes con cinturones anti-g sobre el bosque, pero sus cuerpos cayeron acribillados por los francotiradores antes del tocar el suelo; dos cegadores estallidos y un montón de trozos metálicos fue lo que quedó de ellos sobre la nieve. 

Los batallones que atravesaban el río helado se vieron golpeados por cadenas de explosiones de las minas con temporizador enterradas en el hielo, situadas en zonas claves a todo lo ancho del río, provocando una enorme confusión entre las tropas de choque imperiales. Asey observaba el caos de miembros esparcidos por el aire y el incesante fuego que llegaba desde el bosque y desde las trincheras. 

Algunos soldados huían entre la confusión y el pánico, y los que no morían acribillados por el fuego cruzado, lo hacían por las explosiones de las minas, ahogados, o arrollados por sus propios compañeros; renqueantes blindados en llamas colisionaban entre sí; los gritos y el ensordecedor estruendo de las explosiones saturaban el aire mientras Asey contemplaba la escena sin inmutarse, concentrado en el desarrollo de la batalla. 

Los cazas de apoyo imperiales se vieron acorralados por enjambres de naves-dardo comandadas por Nusedy, muchas de las cuales surgieron del fondo del río helado; el cielo era un nutrido crepitar de explosiones y disparos. 

La solidez del apoyo aéreo imperial a sus tropas de superficie se quebró frente a la superioridad y rapidez de los cazas Rebelis, iniciando una precipitada retirada en desorden que provocó su caída; las tropas de tierra, desprotegidas, trataban de reagruparse en una de las granjas abandonadas de la aldea, mientras Asey aguardaba en silencio, preparado para asestar el golpe final. 

Observó en la carretera que pasaba junto al bosque, cómo un devastator y dos carros ligeros eran destruidos a una distancia de unos quinientos metros, mientras un grupo de contracarros alcanzaban a otro tanque imperial en la carretera, un poco más abajo; una tanqueta fue incendiada por una patrulla de asalto Rebelis: Se podía ver cómo corrían algunos soldados imperiales, agitándose cual antorchas humanas. Asey fijó su mirada en un carro imperial que había logrado atravesar los linderos del bosque, pero que había quedado inutilizado por una riada de gruesos troncos; otra columna de tanques hizo acto de presencia en la escena; un escuadrón de guerreros Shinday que había capturado un tanque imperial intacto, se unió a esta última columna creando gran confusión; los disparos se sucedían en todas direcciones. Entre tanto, Asey permanecía sereno, a la expectativa. 

-Ahora empieza lo bueno -susurró para sí. 

Desde las entrañas de la tierra comenzaron a surgir un sinfín de guerreros Rebelis, produciéndose una gigantesca lucha cuerpo a cuerpo en la totalidad del campo de batalla. 

Los pocos vehículos pesados aún operativos, permanecían quietos, confundidos, debatiéndose en la duda de abrir fuego a sus propios camaradas, que andaban mezclados con los Rebelis, o iniciar una rápida retirada pero, ¿hacia dónde? …
















































































































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