7 de febrero de 2010

BISTURÍ DE AGUA





Alexia


BISTURÍ DE AGUA. 




Extracto perteneciente a la pentalogía de Sillmarem


…Minutos después todos se hallaban en una abovedada sala llena de equipo médico, la mayoría del mismo, increíblemente antiguo. Estudió las holografías–metabólicas mientras el cuerpo de Siava yacía inmóvil por la anestesia sobre una fría camilla a suspensor. 

—Las holografías muestran dos microchips. Uno falso, que segregará veneno si intentamos extraerlo, y el verdadero. Yo os podría ayudar 

—aventuró a decir Alexia.

—Bueno, yo… —dijo Sunas.

—Especificad qué tipo de microchips son —pidió Rebecca. 

—Son unos dispositivos pasivos de identificación por radiofrecuencia, muy elementales pero eficaces. Contienen un código alfanumérico de identificación gra­bado con láser. Los microchips se activarán al recibir la señal del detector, revelando el número de serie y origen —dijo Alexia.

—Adelante —ordenó Rebecca.

Observaba un monitor de tele presencia. Un doctor, pro­bablemente a miles de kilómetros, con unos guantes de datos, comenzaba la operación mientras un robot reproducía sus movimientos a la milésima de milímetro. Alexia sabía que podían ser localizados por las líneas de comunicaciones por lo que pidió la desconexión, asumiendo el peso de la operación. El robot se retiró de la sala por una abertura lateral.

— ¿No sería mejor utilizar nano robots para reparar los tejidos dañados a nivel molecular? —preguntó Rebecca. 

—Demasiado arriesgado. Con su intervención por el torrente sanguíneo lo único que lograríamos sería una respuesta defensiva por parte del falso microchip, segregándose automáticamente el veneno.

— ¿Entonces? 

—Utilizaré un bisturí de agua —dijo Alexia enfocando sus pupilas sobre el cuello de Siava.

Un resplandor azulado cubrió sus retinas y automáticamente una imagen ampliada del microchip apareció en su campo de visión.

—Aha, ya te tengo, endemoniado cacharro. Sólo se desconecta el sistema defensivo cuando es verificado por la señal de un explorador, tan solo tengo que imitar la señal y… 

Del bisturí de Alexia surgió un delgadísimo hilo blanco de suero fisiológico, de una décima de milímetro de diámetro que, lanzado a una presión cien veces superior a la atmosférica, comenzó a trazar una incisión circular. Nika miró interrogativamente a Rebecca.

—A diferencia del bisturí láser o los de ondas de Invenio, los bisturís de agua son más precisos, seccionan los tejidos con limpieza y sin riesgo de producir quemaduras. Además las cicatrizaciones son más rápidas —explicó.

— ¿Y no sería más fácil utilizar la química mediante pastillas reparadoras de tejidos? La cirugía es el fracaso de la medicina y, éstas son técnicas muy antiguas. Es demasiado arriesgado —preguntó Nika sin perder de vista a Alexia.

—Esto es todo lo que tenemos a mano —contestó Alexia.

—Es cierto —añadió Rebecca.

Alexia depositó con cuidado los dos microchips en dos cápsulas transpa­rentes para ser posteriormente analizados en los laboratorios de Sillmarem. Los hombres del Imperator sólo tenían que conectar sus lectores a distancia para activar el segregador de veneno del microchip, acabando así con la vida de miles de esclavos y previniendo cualquier intento de sublevación. Alexia cubrió las heridas con tejidos de regeneración celular artificiales, dejando que se llevaran a Siava por un pasillo lateral.

—¿Y bien? —preguntó Rebecca.

—Fin del trabajo, pero me temo que vamos a tener serios problemas para hallar un método que anule la señal de activación del veneno. Al menos, tenemos estas muestras para analizarlas —dijo Alexia agitando en el aire las dos cápsulas transparentes.

— ¿Crees que la pequeña soportará el trayecto hasta la Jungla de Puline?

—No es recomendable pero si usamos un transporte adecuado.

—Entonces partamos ya.

—Pero…

—Nada de peros —dijo Rebecca saliendo del quirófano y dándole la espalda a Alexia…







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